Press Release - "Donde las flores moradas lloran" by Liz Hernández
pt.2
“Donde las flores moradas lloran”
Una exposición individual de Liz Hernández
Recepción de apertura
Sábado 15 de Octubre, 2022
Abierto al público de 6 a 8 pm
Hasta el 4 de noviembre, 2022
Leer en - inglés / español
Buscar no es de ningún modo iluminar. Es una travesía
en las sombras, una exposición de contraluces, un correr de velos, un
espejismo, una ficción. Es apenas la nostalgia
de un cuerpo, y su desesperada imaginación.
Ileana Diéguez
Todas las culturas han contado leyendas para acercarse al territorio ondulante del enigma, para nombrar lo que rebasa. Las leyendas, igual que los mitos, tienen la capacidad del agua y se acoplan a quien las recibe. Su lenguaje está lleno de símbolos, grietas y evocaciones; son historias abiertas a la mutación, la ambigüedad, la pluralidad de versiones. Al escuchar un mito o una leyenda, se deja de existir en el mundo de todos los días y se penetra en un espacio transfigurado, impregnado por la presencia de seres misteriosos, de quienes nos hacemos contemporáneas por un momento. El lenguaje del mito es totalmente opuesto al de la burocracia, que siempre busca una verdad y sentido único. Todo idioma burocrático es una torre de información, cifras y papeleo; un conjunto de datos sin relato, una oficina con la puerta cerrada.
Liz Hernández hace convivir a estos dos lenguajes en una indeterminación temporal y espacial sugerente por la que transitamos como en un sueño o un secreto. Nos vemos inmersas en un trenzado de medios, geografías y formas: mujeres que deambulan en pintura morada, una pieza textil, un video que es un rastro, un glifo posado en un mosaico, una imagen en metal, una vitrina con objetos y amuletos, un cerro de papel maché, un documento encontrado, un vestido ritual.
Lo que ha dolido deja un charco. Y habitamos un paisaje inundado. ¿Cómo hacer para que en él puedan bañarse las niñas, crecer los árboles y beber los animales? El habla no es suficiente frente a la hondura de la pérdida, y el diálogo con quienes no están se multiplica en lenguajes.
En México es común que la violencia no se reconozca por parte de quienes la ejercen, esto hace que ni la memoria colectiva ni el discurso oficial coincidan con la memoria afectiva de quienes se duelen: hay un quiebre, una herida abierta. Las ausencias —de la vida y del reconocimiento— movilizan a quienes buscan. De ahí que sea necesario buscar otros relatos, otras formas para rememorar, para visibilizar a los cuerpos ausentes. ¿Será que la justicia se ha vuelto algo sobrenatural, algo inalcanzable que solo puede lograrse en el espacio de los sueños y los mitos?
[Querer apartar con ambas manos la tierra o la neblina, querer ver, querer saber, y sin embargo moverse a tientas. Como en una cueva.]
De pie frente a un vestido ritual: ¿dónde está quien antes lo usaba? Una prenda sin cuerpo es un certificado de ausencia de una presencia que ha sido. La prenda sola convoca la imagen de quien estuvo en ella, y conserva la huella de su tacto —una reliquia del cuerpo perdido.
[En lo alto de un cerro se reúnen las mujeres, se acompañan, descansan, beben juntas, y observan en quietud. Todo el espanto y la fuerza ahí reposando, esperando.]
Existen leyendas mesoamericanas y andinas en las que los animales o el maíz, después de siglos de sometimiento y cansados del silencio, se rebelan contra los humanos pidiendo venganza. Despiertan de su letargo y sacuden el mundo en un estruendo.
Las mujeres de estas salas también se levantan y usan su cuerpo como esperanza, inauguran nuevos gestos, se hacen presentes con jacarandas que les brotan de los tobillos, con la espalda como un tallo que camina. Y con ese lenguaje insospechado renombran los lugares por los que caminan, revierten el miedo, conjuran el silencio, y reclaman con el aliento de las flores moradas que lloran.
Valeria Mata
Liz Hernández (n. 1993) nació en México y reside en Oakland, California desde 2011. Su práctica artística, la cual incluye pintura, dibujo, escultura y escritura, ha recibido una profunda influencia de sus recuerdos y el entorno de Ciudad de México: edificios cubiertos de carteles hechos a mano, viajes caóticos al mercado, visitas a templos e iglesias, y la casa de su abuela, donde creció la artista. Los temas que aborda en su obra se encuentran en un estado de cambio constante, pero el elemento siempre presente es la búsqueda de algo que quiebre la normalidad de la vida cotidiana. Hernández considera este deseo de múltiples formas, desde encontrar un significado mayor en las escenas y objetos domésticos hasta usar elementos sobrenaturales y simbolismo para abordar cuestiones de la vida moderna. Su obra, parcialmente autobiográfica, ha llevado a la colaboración con su familia a través de una investigación muy personal. Esta indagación da como resultado un aprendizaje constante sobre su ambiente, su familia y sobre sí misma. La artista ha expuesto su obra en San Francisco, Los Ángeles, Paris y Ciudad de México.